
Hace algunos meses me inscribí en una nueva asociación de fotografía, la Asociación Fotográfica de Cáceres. Una de las ventajas de las nuevas asociaciones es que suelen empezar con mucha fuerza y a mi me gusta intentar aportar lo que puedo cuando varias personas trabajan por un interés común.
Una de las cosas que desde los inicios tenía esta asociación en mente era hacer un festival de fotografía en Cáceres. No era la primera vez que escuchaba esta idea. En diferentes ámbitos la posibilidad de un festival se planteaba y desvanecía por la falta de «fuerza» y tiempo para llevarla a cabo por parte de la gente que inicialmente lo planteaba. En este punto vendría una crítica más profunda a la tendencia que se tiene en muchas asociaciones (y entidades similares) a pedir que se hagan cosas pero no aportar más que la idea, el trabajo de llevarlo a cabo que lo hagan otros… pero esto lo dejamos para otro momento.
Pero lo cierto es que en esta ocasión había más decisión y se comenzaron a dar los primeros pasos. Un grupo dentro de la asociación se responsabilizó de ir realizando tareas. Se definieron las principales y se pusieron plazos.
No voy a decir que todo fue rodado desde ese momento, hubo altibajos, hubo que tomar decisiones que marcarían la dirección final de este evento y hubo momentos en los que parecía difícil que llegara a buen término.
Pero el tiempo entre reuniones se fue acortando y la duración de las mismas se fue alargando. Y lo que es más importante, entre reunión y reunión la gente hacía «los deberes». Se concretaron los primeros patrocinios y colaboraciones y ya no había marcha atrás.
Se habían definido algunos pilares para el evento: un concurso, charlas, exposiciones y cursos. Salvo los cursos, el resto de actividades serían gratuitas, invitando así a todos los interesados a en la fotografía a que fueran parte del Festival Cáceres de Foto.
Aunque parezca mentira desde fuera, en la organización de este tipo de historias las mayores preocupaciones son previas, cuando hay que atarlo todo para que salga bien. Al menos esa ha sido mi sensación. Cuando llega el momento, queda disfrutar de lo que se ha hecho, resolver pequeños detalles y entender que cuando uno se involucra de verdad, la satisfacción es muy diferente a la que se siente sólo asistiendo.
He aprendido muchas cosas, algunas en las charlas, otras en los cursos, pero unas cuantas me las han enseñado los compañeros de la asociación.
Sin duda ha merecido la pena.
Parte II